"Y poco a poco... bueno no. Y rápidamente me doy cuenta
de que ya no estoy sentada al lado de nadie, que me he acostumbrado a la
soledad. Es más, me gusta estar sola. Antes no me gustaba sentirme sola, me
hacía débil, pero ahora todo lo contrario: estar sola me hace sentir valiente.
Aunque no siempre. A veces también me gustaría tenerle al lado, apoyándome en
todas esas cosas que antes me apoyaba. Tenerle a mi lado y que me dijera cada
dos minutos lo pequeña que soy, pero que puedo con todo. Tenerle en aquellos
momentos en los que solo quería abrazarle y llorar hasta quedarme sin lágrimas.
Tenerle en aquellos días que tan solo quería compartir mi felicidad con él...
Pero ya no trataba solo de él. Ahora trataba de toda la
gente que antes solía tener a mi lado. Poco a poco me he ido aislando en mi
mundo porque "el otro me da asco". Sí, esa es la frase con la que me
solía defender cuando todos me decían que vivo en mi mundo. Pero tengo un
problema: ahora también me da asco el mundo en el que yo vivo. Porque se está
quedando vacío. De día ya no se ve el sol y de noche no se ven las estrellas.
Los lagos, ríos y mares están secos y tan solo se puede ver un largo recorrido
de tierra dura, de esa que te hacer heridas en los pies si vas descalza. Los
bosques ya no tienen magia, ya no son de color verde llamativo ni se pueden ver
esas luces que yo veía cada noche. El cielo cada vez se vuelve más y más gris.
Ya no quedan flores para estirar sus pétalos contando un “me quiere” y un “no
me quiere”. Los prados se han quemado y el fuego ha arrasado todo lo que tenía
a su alcance. El fuego ha arrasado todo lo que pertenecía a mi mundo”
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